«Tinker Tailor Soldier Spy», secretos bajo tierra

Espías, traidores, agentes dobles, micrófonos y torturas. Tomas Alfredson le pone cara y ojos a la novela de John Le Carré de la que también coge el nombre, en España «El Topo», adaptada para la gran pantalla por Bridget O’Connor y Peter Straughan.

«Tinker Tailor Soldier Spy» nos sumerge en el mundo del espionaje internacional, donde sus agentes, trabajadores de una empresa a fin de cuentas, compaginan su maltrecha vida personal con el miedo y la paranoia. Una compleja maraña de personajes oscuros y astutos, de dudosa moral y secreta ambición.

Ambientada en el Reino Unido de 1973, en plena paranoia por la Guerra Fría, no faltan ni la letra de máquina de escribir ni la ópera en los tocadiscos ni los salones para tomar el té. Color y ambientación casan como si realmente se hubiese rodado a la par que la novela de 1970.

Un film que juega con el espectador como el conejo del País de las Maravillas, con nombres que cruzan el camino a gran velocidad y sofisticadas metáforas de abejas y raíles de tren.

Sospechar de todos es un clásico nada sencillo de resolver. El director se lanza con planteamientos propios del comic que marean a los espectadores menos acostumbrados al espacio que separa las viñetas.

Lástima que el excelente trabajo realizado por Gary Oldman, encarnando al perspicaz George Smiley y sus gafas, y de Benedict Cumberbatch, encarnando al osado Peter Guillam, se vea empañado por el resto de ex-compatriotas del «MI6» (también conocido por «La Cúpula»), que no llegan a cuajar y dejan entrever la solución de la trama demasiado pronto.

La música, clásica y con mucha cuerda, como requiere el suspense, corre a cargo de Alberto Iglesias, que consigue un efecto envolvente sin alardes.

Lo que aún no logro comprender es qué hace esa irritante música francesa sonando cuando estamos en la resolución de la película. Supongo que sirve para acentuar el malestar de terminar una película de espías que se ha vuelto previsible para el que ha logrado seguir la trama.

Maldita sea, me ha dejado ganas de una novela gráfica.