«The Machinist», cine para no dormir

Uno ha de estar preparado psicológicamente para entrar en la dinámica tensa y somnoliente de «The Machinist» («El Maquinista»). Brad Anderson nos presenta un filme gris donde nada es lo que parece, a camino entre el sueño y la vigilia.

Si alguna vez alguien se atreviese a contar la historia de hambrientos zombies paranoicos, sería imposible no mencionar esta como una de sus fuentes de inspiración.

Empatizar con Trevor Renik, operario de una empresa metalúrgica, interpretado por un magnífico y decrépito Christian Bale, no es natural dada la dieta de información a la que nos somete la película. Una tensión leve y huidiza que no logra mantener el y llega a desesperar al espectador, perdido entre pistas y alucinaciones.

Es increíble el esfuerzo físico y psicológico al que se somete Bale para bordar un papel protagonista que le llevó a un Mejor Actor en Sitges 2004, y que debería haberle deparado muchos más premios.

La fotografía, gris y difusa, evoluciona a la perfección con el deterioro de Trevor, cuya oscura y desnutrida vida sólo ve la luz en los brazos de una entrañable prostituta (Jennifer Jason Leigh) o en las solitarias conversaciones con una risueña camarera de aeropuerto (Aitana Sánchez Gijón).

«No te preocupes, nadie se muere de insomnio» – Stevie (Jennifer Jason Leigh)

El sonido, repetitivo y falto de energía, roza el monotonismo cansino y, aunque perfecto para la historia, hace más notable la falta de información y agota la paciencia en una intriga que no llega a coger la altura adecuada.

Pero debo hacer un llamamiento a la paciencia y a la comprensión para los aventureros que le den una oportunidad a esta película. Empatizar con el protagonista y no perder la paciencia tienen merecida recompensa y, si se superan los obstáculos narrativos, nos dejará un buen sabor de boca.

Una historia dura como una cama de hormigón que se aleja del público más generalista y deleita con bocados de arena y café el paladar de los adeptos al thriller psicológico y el insomnio.