«The Artist», magia sin palabras

Al igual que defiende su protagonista, las palabras, al menos su sonido, son innecesarias para crear una obra de arte.

Más de un espectador, acostumbrado a un cine más comercial, se encuentra algo aturdido pasados 5 minutos de metraje y, acostumbrado también a que el sonido lo ampare, comenta indignado a su acompañante «No se oye». Pero muy lejos de ser un fallo técnico, es una virtud.

La historia creada por Michel Hazanavicius en «The Artist» es sencilla y fácil de seguir, a juego con el cine al que rinde homenaje. Deja el margen adecuado para soñar despierto y omite  diálogos que permiten al público interpretar la historia a gusto.

Contar con Jean Dujardin encarnando a un actor y estrella del cine mudo, George Valentin, es la mejor baza de la película. Cómo hubiese imaginado que en el año 2011 podría alguien desarrollar la mímica y el ingenio de los grandes del cine de los años 20. Sin desmerecer a Bérénice Bejo (Peppy Miller) que se convierte instantáneamente en la coprotagonista perfecta, enamorando a personajes y público por igual.

La música, compañía ineludible del cine mudo, moldea el vacío del sonido tan eficazmente que un diálogo hubiese estropeado la magia de «The Artist». Si bien se llega a echar de menos un pianista en vivo, en la sala de cine, como en los viejos tiempos.

«Quién diablos querría escuchar a los actores hablar» — 1927. Harry Warner, cofundador de Warner Brothers

Quizás Charles Chaplin también tenía pesadillas sonoras cuando se aferraba al cine mudo, pero ciertamente el sonido marcó un antes y un después para el cine que ni tan siquiera las viejas glorias fílmicas consiguieron atravesar.

Estamos ante una película sobre la magia del cine que derrite el corazón de los más cinéfilos y llena de ilusión la sala de proyección.

Una película que deja sin palabras.