«Le Havre», una fábula moderna
Aki Kaurismäki firma esta fábula moderna. Una historia de sentimientos y personas, que rasga el velo de lo legalmente correcto y se adentra en la ética humana que denuncia que cuando la ley es ciega se pierde el color del cielo.
La historia gira entorno al carisma y el valor de Marcel Marx (André Wilms), un modesto limpiabotas. Una vida compartida con su mujer (Kati Outinen), su perra Laika y su comunidad de vecinos. En esta pequeña y modesta región del norte de Francia, de la que la película recibe su nombre, la inmigración es un asunto del día a día. Pero es lo universal de este fenómeno del que nadie quiere hablar es lo que hace que la película se vuelva deliciosa.
El reparto es totalmente adecuado, con personajes que parecen sacados de un trabajo de ilustración. Lástima que hayan quedado algo rígidos, dejando el sabor de que se ha adaptado una historia con demasiada rigurosidad y se ha perdido cierta flexibilidad para los actores.
Si «Carnage» de Polanski es una obra de teatro proyectada, «Le Havre» de Kaurismäki es una novela gráfica con personajes de carne y hueso.
La dirección de arte y la fotografía son, sin lugar a dudas, excelentes. Una ambientación perfecta que no deja espacio para saber si la película se ha rodado este año o hace veinte.
El sonido y la música resultan algo pesados, sobre todo con una canción de rock local y en vivo, que los espectadores deben tragarse entera sin que aporte nada a la historia ni a los personajes.
«Le Havre» es una demostración de lo sutil que es la línea entre lo malo y lo bueno, lo correcto y lo incorrecto. Una mirada hacia dentro, que nos recuerda que el alma está para usarla. Una de las películas más optimistas del 2011.